domingo, 3 de mayo de 2015

El rincón del escritor: Lydia Leyte nos presenta La vida del revés

Ficha del libro
¿Es posible reparar los errores del pasado? 

Carolina Suárez parece tenerlo todo. Es una mujer atractiva, con un negocio de interiorismo en marcha. Sin embargo, su corazón está roto, y se siente incapaz de amar. Años atrás, su novio la abandonó sin una explicación. Desde entonces, su vida ha transcurrido entre el rencor por su rechazo y el recuerdo de los felices momentos compartidos. 
Tono Mantiñán huyó en busca de su destino. Ahora, convertido en un hombre de éxito, regresa para recuperar a la única mujer que jamás ha podido olvidar.







   
Los personajes nos hablan de la novela:

Una rubia gélida. Tanto como una musa de elegante frialdad de Hitchcock. Así soy yo, o al menos así ven a Carolina Suárez los hombres, a los que mantengo lo más lejos posible de mi persona. Y no es que rechace el sexo. Ni hablar. Lo que rechazo de pleno es el amor. Cuando te han traicionado y robado el corazón a los dieciocho años, ya no queda nada que ofrecer a otro. Tono, el joven más pobre que las ratas, de aspecto bohemio, se llevó el mío una lejana tarde de Nochebuena. De ahí que la Navidad y sus deseos de “buena voluntad” me provoquen alergia.
Mi vida se reduce a rutinas que yo he ido estableciendo para no volverme loca. Vamos lo más lejos de cualquier aventura apasionante. Trabajo, en la pequeña empresa de decoración que he montado, con la que voy tirando en esta angustiosa crisis. Y salgo con mis mejores amigos desde la infancia, porque con ellos me siento protegida: Lola, la “caprichosa” y Gonzalo, el abogado un poco esnob, de aspecto duro, que se derrite ante su compañero Ramiro.
Y ahora, cuando he logrado mantener mi existencia bajo control aparece de nuevo él para poner mi vida del revés.

***


¿Qué puedo deciros de Tono Mantiñán? Soy un hombre que quiso correr tanto y tan lejos detrás de un sueño que se dejó atrás a la mujer amada. Suena tópico, ¿verdad? Y sin embargo es real como la vida misma. Creí que lo importante era alcanzar la gloria. Y lo hice. Soy uno de los artistas plásticos figurativos mejor pagados. Mis obras cuelgan en importantes galerías de arte, en museos, en colecciones particulares. Debería estar orgulloso de mí mismo, del joven que salió de una familia de campesinos, de una pequeña aldea de Galicia, para comerse el mundo. Y sin embargo el peso de la traición me pesa demasiado.
Soy un hombre vacío por dentro. Me niego al amor, porque mi único y verdadero amor sigue siendo Carolina, una permanente llama de deseo en mi corazón. Por ella lo arriesgué todo, mi pasado y mi futuro. Y ahora regreso, envuelto en la gloria de la fama, para conquistarla de nuevo. Aunque no me ha recibido con trompetas y tambores, tengo esperanza. La pasión entre nosotros sigue tan viva como el primer día. 
Por ella estoy dispuesto a todo, incluso volver nuestras vidas del revés. 

Una escena que abra el apetito:

Abrió la puerta con absoluta desgana, sin importarle para nada la pinta que tenía, descalza, con un pijama lleno de pandas devorando brotes de bambú anaranjado. Seguro que la pesada de Lola, escamada por no saber nada de ella, venía a interrumpir su descanso.
Soltó un grito de asombro.
El árbol ocupaba el vano de la puerta.
—Vengo en son de paz.
En su atontamiento se pregunté si quien hablaba sería un gnomo oculto entre las ramas.
Se equivocaba. A través del ramaje apareció la cara del “gran artista del pincel”. No parecía ni avergonzado ni preocupado por el final dramático de la desastrosa salida al campo.
—¿Puedo entrar?
Sintió una opresión en el pecho. Muy dulce, para su disgusto. La piel de los brazos se erizó de placer. Sus pezones saltaron de alegría, imaginado recibir una mano que les dedicara la tan necesitada atención. Se odió por ser tan previsible, preguntándose a dónde habían ido a parar sus viejos propósitos de mantener la dignidad. Y de mantenerse lo más lejos posible de él, de paso.
—Siempre y cuando dejes el bosque en el descansillo de la escalera.
Él pasó por alto su tono desabrido. Tampoco esperaba que lo recibiera con trompetas.
—Ni hablar, el “bosque” se viene conmigo.
Plegó el falso abeto como si fuera un paraguas. Él entró en el justo de medio entre la punta y la base. Dejó el inmenso árbol tirado en el suelo. Volvió a salir. Entró de nuevo, esta vez arrastrando una enorme caja.
Carolina le miraba atónita. No solo invadía su intimidad, sino que además también pensaba organizar la decoración de su casa.
—De ninguna manera….
—Buenos días, preciosa —interrumpió con total desparpajo.
La cogió, la encerró entre sus brazos, y la apretó contra su corazón. Ante su contacto, el nerviosismo con el que había entrado fue sustituido por paz interior. La luz que brilla después de la galerna. Ese era el lugar en el que quería estar. Habían pasado los años. Durante ese tiempo él había ido de un lado a otro buscando su destino, buscándose a sí mismo, persiguiendo una meta. Y al final, sus pasos le habían conducido de nuevo al principio. A ella. Se completaba un círculo. Ahora solo faltaba convencerla de la intensidad de sus sentimientos.”.


 Desde LecturAdictiva damos las gracias a Lydia Leyte por la presentación.

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