domingo, 20 de septiembre de 2015

El rincón del escritor: Kris L. Jordan nos presenta Me quedo contigo

Ficha del libro
Luna y Lola son amigas, pero son tan diferentes que parece imposible. Lola es alocada, jamás piensa lo que dice y vive la vida sin importarle el mañana. Luna, en cambio, es una mujer tranquila, centrada en su trabajo y que medita todos y cada uno de sus movimientos. 
Marcos y Víctor son hermanos, están tan unidos que incluso emprenden un negocio juntos. Son los dueños de una cadena de gimnasios y el negocio les va tan bien, que deciden abrir uno nuevo en Valencia. 
Entre Luna y Víctor hay algo más que trabajo y entre Marcos y Lola un volcán por explotar. Los cuatro frenan sus deseos por prejuicios, por el qué dirán o por miedo a arriesgarse y fracasar. 

Pero la vida puede cambiar de un momento a otro y lo que es una existencia tranquila y sin problemas, se puede transformar en un solo instante. Tras una noche de locura, la vida cambia para todos. 





Los personajes nos hablan de la novela:


¡Muy buenos días!
Me presento; mi nombre es Víctor y soy, junto con mi hermano Marcos, el dueño de una cadena de gimnasios llamada H.A.Gym.
Tengo treinta y cinco años y he conseguido triunfar en mi profesión, pero en el amor es otro cantar.
Soy una persona divertida, me encanta tratar con la gente, soy risueño, amable y muy extrovertido. 
Mi deporte favorito: meterme con mi hermano Marcos, es de lo más divertido. Le ataco sobretodo con un tema que le saca de quicio: está encaprichado con una preciosa morenita, que se llama Lola, le pone cardiaco pero el muy cabezota no da el paso, se cree que no me doy cuenta, pero es de lo más evidente. 
Soy bastante atractivo, al menos eso dicen las mujeres, la verdad es que no tengo problema al encontrar pareja para pasar un buen rato, siempre nada serio, por supuesto. 
Pero siendo totalmente sincero y ahora que nos oye nadie, me gustaría haceros una confesión; me gusta mi secretaria. Así como os lo digo; me pone cardiaco, pero soy realista y sé que tener algo con ella es totalmente imposible. Luna, que así es como se llama, es una de esas mujeres que jamás mezcla trabajo y placer. ¡Incluso me llama de usted!, así que ni lo intento. 
  
***

Hola.
Mi nombre es Marcos, tengo treinta y tres años. No soy muy hablador, así que seré breve.
No me gusta la gente, ni me interesan sus problemas, su vida y demás. No suelo sonreír porque no encuentro nada gracioso y mucho menos al payaso de mi hermano, aunque él se cree el más simpático del mundo. 
Me gusta ganar, en todo. Y deseo ser el mejor dentro de mi profesión, soy muy competitivo y el trabajo es lo único que llena mi vida.
Busco una chica acorde conmigo, tiene que ser elegante, con una buena posición y saber estar. De momento no tengo pareja, no me conformo con poca cosa, deseo lo mejor.
Existe una mujer que me tiene loco, se llama Lola, pero claro, nunca podría tener nada serio con ella no cumple ninguno de mis requisitos, lleva tatuajes, un piercing en la nariz y los labios rojos, yo necesito una chica elegante, discreta. Jamás confesaré esta atracción que siento por ella en voz alta y espero que esto no salga de aquí. Como mi hermano se entere de que os he contado esto va a estar haciéndome bromas hasta que me muera, así que os rogaría discreción. 


***

¡Hola a todos!
Soy Lola, la mejor amiga de Luna, la más divertida, locuaz, simpática, cachonda...
Soy la dueña de una peluquería, una pequeñita que se encuentra en el mismo edificio donde tienen sus oficinas los hermanos Amorós. Y os preguntaréis: ¿Por qué ese dato es importante?, pues muy sencillo, porque estoy loca por uno de esos hermanos, exactamente el menor de los dos, Marcos. Lastima que parezca que le han metido un gran palo por el culo de lo tieso y revenido que es el muy..., no diré lo que pienso que luego Luna me regaña por decir tacos.
El muy idiota de Marcos se pone a cien nada más verme y me visita todos los meses en la peluquería para que le corte el pelo, aunque en realidad lo que busca es poder observarme con su boca babeando por mí. La pena es que le corto el pelo y cuando termino el muy imbecil se marcha sin ni siquiera intentar besarme. En fin, una pena, tiempo desaprovechado cuando seguramente el sexo entre nosotros sería como un volcán en plena erupción, fogoso, caliente...


***

Estimados lectores:
Mi nombre es Luna. Soy la secretaria del señor Víctor Amorós y trabajo para él y su hermano desde hace un año.
Soy muy eficiente, trabajadora, ordenada y jamás me salgo de mi agenda. No me gusta la impuntualidad, procuro mantener una vida sana, aunque mi amiga Lola me trastoca más de una vez todos mis planes.
Sé que todo lo que os cuente sobre mí quedará entre nosotros, pues es bien sabido que el lector es el mejor confidente de los personajes. Digo esto porque voy a hacer una confesión: estoy locamente enamorada de mi sexy jefe Víctor. Muero por ese cuerpo al que los trajes le quedan como si los hubiesen confeccionado a medida. Pero nunca, nunca, sabrá nada de eso. Tan solo soy su secretaria, la mejor y la más eficiente. 
Entre el señor Amorós y yo jamás habrá nada más que una simple relación laboral.



Una escena que abra el apetito:

Una escena que abra el apetito:
—¿Quieres que te traiga algo?
—Sí, tráeme un café. ¿Quieres tú algo, Marcos?
—No, gracias.
«Tan sólo arrancarte la ropa», pensó. Cerró los ojos enfadado, no le gustaba tener esos pensamientos que le dejaban caliente y a la vez vacío porque era consciente de que eso no sucedería jamás.
Ana les dejó solos y a Lola se le hizo la boca agua, iba a disfrutar de lo lindo torturando a ese hombretón.
Tomó una toalla limpia y se la puso sobre los hombros, pero para hacerlo se recostó sobre él y le puso los pechos casi sobre la boca. Escuchó cómo un pequeño gemido se le escapaba de la garganta y sonrió satisfecha.
Con un leve empujón le obligó a recostarse sobre el lavabo. 
Abrió el agua y cuando alcanzó la temperatura adecuada le regó la cabeza.
Él la miraba y sus ojos reflejaban deseo, pasión y unas ganas casi dolorosas de besarla. Pero, «¿por qué no lo hace?», se preguntaba Lola una y otra vez.
—¿Está bien así? ¿Está caliente? –Su voz era sexy, le susurraba las palabras casi al oído y él podía sentir su aroma, una fragancia que le envolvía y le excitaba.
«Yo sí que estoy caliente», pensaba Marcos mientras se recreaba en su escote.
—Sí –contestó en un susurro.
—Me alegro. –Sonrió con picardía y descaro.
Los dos sabían perfectamente que no estaban hablando sobre la temperatura del agua, precisamente, sino sobre lo que ella le hacía a su libido.
Depositó un poco de champú sobre su mano y comenzó a masajearle el cuero cabelludo. Marcos cerró los ojos al sentir su contacto, se dispuso a disfrutar y ella cumplió como todos los meses.
Le acariciaba pasando los dedos por su cabello, a veces con suavidad, otras con fuerza. Sus dedos apretaban unos puntos exactos, unos que él desconocía que existían, mediante los que conseguía que toda su piel se erizara y que fuertes escalofríos recorrieran su columna. Con las yemas de los dedos y las palmas bien abiertas frotaba desde su nuca hasta llegar a sus sienes. Se acercaba todo lo que el lavabo le permitía a su cabeza de tal manera que él podía sentir su aroma a lilas, ese que le gustaba, que le volvía loco.
Era tan placentero, disfrutaba tanto de su masaje y le excitaba tanto, que más de una vez estuvo a punto de levantarse de la silla, besarla hasta dejarla sin aliento y después de acariciar cada parte de su cuerpo, introducirse dentro de ella lentamente hasta hacerla gritar y correrse. Haría que experimentase el mejor orgasmo de su vida, uno que nunca podría llegar a olvidar y dejaría a la altura del betún al resto de sus amantes. Pero nunca cedería a sus impulsos, esa no era la mujer correcta, la que se suponía que a él le tenía que gustar. Esa mujer llevaba tatuajes y un piercing en la nariz. Siempre llevaba minifalda, escotes y los labios pintados de un color rojo intenso. Definitivamente no era su tipo, él sólo salía con chicas de buena familia y que vistieran de Chanel.
Lola también disfrutaba del masaje y ponía todos sus sentidos. 
Lo que daría por besarle, pero ese tío era un gruñón insufrible y con un largo y gordo palo metido por el culo.
—Ya está –le dijo. Marcos soltó un fuerte resoplido como muestra de su total disconformidad, quería que ella continuase acariciándole, que no parase nunca, nunca...
Se puso frente a él.
—¿Me dejas? –le preguntó con voz sensual haciendo un gesto que le indicó que debía separar sus largas piernas. «Te dejo hacer lo que tú quieras», ya estaba de nuevo su mente febril jugándole malas pasadas. Chasqueó la lengua enfadado consigo mismo pero obedeció deseoso de volver a sentirla. Con descaro, Lola se colocó entre ellas. Tomó otra toalla y con suavidad comenzó a pasarla por su pelo para secárselo. Se aproximó todo lo que pudo a su cuerpo, rozando sus muslos contra su ya dura y evidente erección. Se movía insinuante, sabiendo que eso a él le excitaría mucho más. Otra vez colocó sus senos frente a su cara, tan cerca de su boca que podía sentir su aliento entrecortado sobre su piel.
Todo eso no era necesario, no lo hacía con nadie más, sólo con él porque quería ponerle al límite, excitarle tanto que la desease. Y siempre lo conseguía, pero el muy cabezón no intentaba nunca nada, se iba con el calentón y hasta el mes siguiente no lo volvía a ver.
—¿Te gusta? –le dijo aproximándose a su oído con voz ronca y sensual.
—¡Oh, sí! –Soltó un jadeo y Lola sonrió satisfecha.
«Me vuelves loco», pensó.
Se retiró y Marcos estuvo tentado de agarrarle las manos y obligarla a volver a colocarse entre sus piernas. Después le desabrocharía otro botón de la bata y pasaría su lengua entre sus pechos. Retiraría el sujetador, tomaría entre sus dientes uno de los duros pezones que podía percibir a través de la tela y luego le daría el mismo trato al otro. Cuando ya estuviese loca de deseo, la colocaría a horcajadas sobre su ya durísima erección y le haría el amor de tal manera que le suplicaría más y más y más... La puerta de la peluquería se abrió y entró Ana.



Desde LecturAdictiva damos las gracias a Kris L. Jordan por la presentación.





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