domingo, 19 de junio de 2016

El rincón del escritor: Elena Castillo Castro nos presenta Soundtrack. La banda sonora de nuestra vida

"Tras cada canción hay una gran historia de amor. 
La vida de Sissi Star es un recopilatorio de grandes éxitos musicales, en su mayoría originados por los hermanos Butler. Jamás pensó que al mudarse a Greenwich (Connecticut) su vecino Matty recolocaría los acordes de sus sentimientos mientras Dean los descolocaba. De cantar en el banco de su ventana pasará a la realidad de triunfar en los mejores escenarios, y para ello, Sissi romperá y recompondrá su corazón tantas veces como diferentes combinaciones de notas es capaz de componer. 
Del primer amor al último en 22 tracks que conforman la más bonita de las bandas sonoras para tres corazones destinados a estar juntos. "








Ficha del libro







Fragmento presentación de los Hermanos Butler (conversación inédita hecha para LecturAdictiva):

—Oye Dean, ¿has visto a esa chica?
—¿A quién Matty, a la vecina nueva?
—Sí, la que estaba sentada en el porche con una guitarra.
—Como para no verla hermanito: piernas largas, melena rubia sobre el pecho y unos ojos redondos y abiertos como los faros de esta camioneta al vernos.
—Era bonito lo que cantaba... y como lo entonaba.
—Ay Matty... tú y tu música. Solo tú repararías en su guitarra antes que en el bombón que la tocaba.
—Si ella hubiera estado en un barco, tú te habrías mirado la vela mayor antes que en la preciosa boca de la que salía esa canción.
—¿Con que te has fijado en ella Matty Butler?
—Igual que tú, Dean Butler. Igual que tú.

Fragmento presentación de Sissi Star (fragmento incluído en el libro):

Aquella fue la primera vez que lo vi, sentada sobre el escalón con mis largas piernas ladeadas y a medio cubrir por uno de los inocentes vestidos que solía ponerme. Recoloqué a un lado mi larga melena lacia que se había alborotado con la brisa de agosto y me levanté alarmada.

 —Mamá, creo que acabo de ver a nuestros vecinos —le dije apabullada tras entrar en casa saltando obstáculos con los pies descalzos.

—¿Sí? ¿Y qué tal son?

—Es horrible, mamá, creo que son skinheads, o si no, deben de ser harekrisnas o algo de eso. Tienen la cabeza rapada y conducen una camioneta.

—Bueno, no fantasees otra vez, Sissi. Estamos en Estados Uni- dos, aquí mucha gente conduce camionetas.

—Sí... supongo que en Arkansas, pero no en Connecticut —le repliqué nada convencida.



Mi madre dejó en el suelo un montón de paños de cocina y se acercó a mí con la sonrisa ladeada.

—Venga, inténtalo —me reclamó con ambas manos y un gesto de autoconfianza.

—Oh, déjalo, mamá. No voy a atacarte.

Mi madre se había pasado los dos últimos meses, antes de venir a Estados Unidos, en clases de defensa personal a petición de la abuela. La idea de que nos viniéramos al escenario principal de los crímenes de todas las series televisivas era devastadora para ella, y con aquel cursillo creía que podría protegernos hasta que papá regresara del trabajo.

Mamá hizo dos llaves marciales al aire y dijo convencida de sí misma:

 —Nuestros vecinos no podrán conmigo. De todas formas, cuando todo esto esté en orden, nos acercaremos a presentarnos. ¿No es eso lo que hacen aquí? Les haré un pudin o alguna especialidad inglesa. ¿Qué te parece?

—¿¡No hablarás en serio!? —dije escandalizada.

—Ya veremos. Ahora sube y ponte las zapatillas, aún pueden quedar por el suelo trozos de cristal del jarrón que se rompió.

Fui a mi cuarto negando con la cabeza, pero escondiendo una sonrisa. Aquello no era lo que había imaginado cuando los del banco trasladaron a papá y me dijeron que dejábamos Inglaterra. Pensé que estaríamos en una calle residencial, con vecinos sonrientes y un guarda de seguridad haciendo rondas en su coche. En realidad, era mucho mejor: era salvaje. 

Desde LecturAdictiva damos las gracias a Elena Castillo por la presentación.

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