domingo, 23 de octubre de 2016

En rincón del escritor: Carla Crespo nos presenta Amor en V.O.

¿Renunciarías a tus sueños por amor?

Si hay una persona a la que Alicia guarda rencor, ese es Felipe: su antiguo profesor de la universidad. La persona que le dijo que no sería capaz de convertirse en intérprete de conferencias. Diez años después, cuando lo ha conseguido con creces, ambos se reencuentran de manera inesperada.

Felipe siempre sintió algo por su alumna, pero sus ambiciones se interpusieron en su camino, ahora está dispuesto a reconquistarla. Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas porque ambos tienen visiones distintas de la vida: el atractivo intérprete ha dejado atrás todas sus ilusiones para conformarse con la sencilla rutina que tiene en Valencia, mientras que Alicia desea convertirse en intérprete para las Naciones Unidas.

Sus maneras de ver el mundo, tan diferentes, los alejarán. ¿Por qué Felipe no quiere dejar su ciudad natal para convertirse en el profesional que siempre soñó? Y Alicia, ¿elegirá perseguir su sueño o se decantará por luchar por el amor verdadero?




Los personajes nos hablan de la novela:

Hola, amigos: ¿qué tal? Me llamo Felipe Estévez, tengo 38 años y soy de Valencia. Trabajo como
intérprete de conferencias y también he sido profesor en la universidad…
Siempre he tenido grandes sueños, aunque he tenido que dejarlos atrás. La vida a veces te obliga a cambiar tus prioridades y, en otras ocasiones, tú mismo las hechas a perder. 
Eso fue justo lo que me pasó con una de mis alumnas.
Todavía recuerdo el día que vi por primera vez a Alicia: era tímida, ocultaba su figura bajo una enorme sudadera estampada con un dibujo de Mafalda y llevaba unas gafas de pasta tipo nerd. No debería haber llamado mi atención, pero lo hizo. Creí que se le daría fatal interpretar, pero cuando escuché su melodiosa voz por los cascos me di cuenta de que tenía un don natural y me propuse convertirla en una gran profesional.
Creo que lo conseguí, aunque sé que ella nunca me perdonará lo que le dije la última vez que nos vimos. Siempre sentí algo por ella, pero la ambición se interpuso entre nosotros. 
Alicia ha cambiado mucho. Ya no es la jovencita insegura que una vez conocí, se ha propuesto comerse el mundo y estoy convencido de que podría. Cuando el otro día me la encontré en el pub la noche de los bailes latinos… uf, no podía evitar despegar la mirada de ella: llevaba un vestido corto y ceñido que realzaba su figura y que me puso nervioso y dije algunas cosas que quizás no debería haber dicho. No cuando mañana voy a encontrármela de nuevo y ella todavía no lo sabe.
Puede que la haya cagado un poco, pero, ahora que la vida nos ha puesto de nuevo en el mismo camino, no pienso desaprovechar la oportunidad. He renunciado a demasiadas cosas, y ella no va a convertirse en una de ellas.

***

Hola, amigos. Soy Alicia Ballester, intérprete de conferencias, vivo en Valencia y tengo un sueño: convertirme en intérprete de las Naciones Unidas. He luchado mucho para convertirme en la
profesional que soy y seguiré luchando para alcanzar mi meta, le pese a quien le pese.
Tuve un profesor en la universidad que una vez me dijo que nunca lograría ser intérprete de conferencias, pero me temo que tendrá que tragarse sus palabras.
Ayer me lo encontré. ¡Maldito, Felipe! Con sus penetrantes ojos negros y su barba de tres días. Con su mirada de satisfacción y sus aires de grandeza. ¡No lo soporto! Después de tantos años el muy… sigue haciendo que me tiemblen las piernas con solo mirarme.
¿Por qué sigue poniéndome nerviosa? Puede que una vez sintiera algo por él, pero hace mucho que lo he olvidado. Ya no me importa lo que piense ni lo que me diga. Solo espero no tener que volver a cruzármelo en mucho tiempo… ¡con lo de anoche ya tuve bastante!

Una escena para abrir el apetito:

Al día siguiente, Alicia se despertó exhausta y, al mirarse al espejo descubrió dos enormes surcos negros bajos sus ojos.
            «Maldito Felipe.»
            Se había pasado la noche dando vueltas en la cama. Las dos copas y los chupitos no habían ayudado a que conciliase el sueño y la presencia de su antiguo profesor en aquel bar mucho menos. Hacía años que no sabía nada de él, ¿por qué habían tenido que rencontrarse la noche anterior? Lo apartó de su mente, diciéndose que no tenía que volver a verlo, aquello había sido una desgraciada casualidad y que, si había pasado años sin saber nada de él, probablemente pasarían unos cuantos más hasta que el destino volviera a ponerlo en su camino.
            Odiaba la informática y el dichoso congreso de Joomla la ponía nerviosa, presentarse a hacer el trabajo sin apenas haber dormido no jugaba a su favor.
            Se fue a la cocina y puso en marcha su cafetera italiana. Aunque tenía una máquina Nespresso, apenas la utilizaba. Le gustaba como su vieja cafetera inundaba la casa del característico y amargo olor. Se sirvió una taza humeante de café con leche y se la bebió. Le gustaba tomar las bebidas muy calientes.
            Luego se dio una ducha rápida, se recogió el pelo en una coleta de caballo, se maquilló con sutileza para ocultar las ojeras, cogió sus trastos y salió de casa.
            Tras un viaje en tranvía en el que dormitó casi todo el camino, llegó a la Politécnica. A paso veloz, entró en la sala de conferencias de la universidad donde no encontró a su compañera de cabina, sino a la persona que le había robado el sueño.
            —¿Otra vez tú? —Las palabras salieron de su boca antes de que tuviera tiempo de pararse a pensarlas siquiera. Por lo visto, el destino se había dado prisa en repetir la jugada.
El joven de cabello castaño oscuro que estaba sentado en una de las sillas de la cabina de interpretación probando los canales se quitó los cascos y se giró hacia ella.
—¿No te enseñaron tus maestros a saludar como Dios manda? —inquirió burlón.
Ella entornó los ojos, resopló y dejó caer su bolso sobre la silla. Solo le faltaba tener que seguir aguantando sus gracias, como si lo de anoche no hubiese sido ya una broma pesada.
Felipe observó divertido a la malhumorada joven. No había ido allí para fastidiarla. La compañera de cabina de Alicia se había puesto enferma, le había llamado para que le sustituyese y, por lo visto, no había avisado a su amiga.
Se trataba de un congreso de larga duración y era imposible que una sola persona estuviera interpretando tantas horas seguidas. Claro que el destino parecía querer jugarle una mala pasada porque encontrársela en el pub después de tanto tiempo sin verse y justo la noche antes de que fueran a coincidir …
Cuando aceptó el encargo, sabía que el reencuentro con su antigua alumna no sería fácil, pero la conversación que habían mantenido la noche anterior solo había empeorado las cosas. Ahora iba a tener de pareja a una mujer irascible y ese no era el panorama ideal para lo que se les avecinaba.
Les esperaba una larga jornada laboral, encerrados entre las cuatro paredes de la diminuta cabina de interpretación. Sentados, sus cuerpos casi podían rozarse y la tensión se palpaba en el aire.
Alicia se sentó y colocó con esmero todos sus trastos sobre la mesa mientras Felipe comprobaba que los diferentes canales de audio funcionaban correctamente. No quería sorpresas de última hora cuando la conferencia hubiera empezado.
Observó de reojo al que, en otro tiempo, fue su profesor favorito. El que le ponía buenas notas y el que la animaba a mejorar para convertirse en intérprete de conferencias.
Estaba claro que con el paso de los años no había perdido ni un ápice de su atractivo. Nerviosa, se pasó la mano por su melena castaño claro y fijó la mirada en el escenario de la sala de congresos de la Universidad Politécnica de Valencia. Sería mejor pensar en lo que era, en verdad, importante.
Por desgracia, le resultó muy complicado centrarse en los largos y tediosos discursos de los conferenciantes. Hacía mucho calor y la presencia masculina que tenía al lado no hacía más que incrementar esa sensación.
A buen seguro que le estaba demostrando a Felipe que sus palabras habían sido acertadas porque no estaba siendo uno de sus mejores días. Resultaba imposible concentrarse sabiendo que dos ojos negros la miraban fijamente a la espera de que cometiera un error.
Felipe no podía apartar la mirada de la angelical cara de Alicia. Estaba nerviosa, cierto, pero a pesar de la presión que sabía que su presencia le provocaba estaba haciendo un buen trabajo. No es que le sorprendiera, había sido su alumna más aventajada, pero la inseguridad y la poca fe que a veces tenía en sí misma le habían hecho dudar de que pudiera dedicarse a aquello de forma profesional.
Estaba claro que se había equivocado. La jovencita a la que le temblaba la voz cuando tenía que hablar frente a sus compañeros había desaparecido siendo reemplazada por una mujer capaz de comerse el mundo. Al menos, eso era lo que aparentaba.
Si no hubiera sido quien era, anoche hubiera tratado de conquistarla.


Desde LecturAdictiva damos las gracias a Carla Crespo por la presentación.

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